La llegada de la inteligencia artificial ha cambiado la forma en que las organizaciones se comunican. Hoy cualquiera puede producir contenido rápido, correcto y aceptable. Pero ahí está el problema: lo “aceptable” se ha convertido en norma, y cada vez más marcas empiezan a sonar igual.
En estos meses he trabajado con empresas, editoriales, ONG y proyectos tecnológicos que comparten la misma inquietud: ¿cómo mantenemos una identidad propia cuando la IA empuja a todos hacia un mismo estilo?
En este artículo quiero compartir una visión práctica, honesta y realista sobre cómo evitar que tu posicionamiento pierda voz en medio del ruido.
La paradoja de la IA: producimos más, pero nos diferenciamos menos
La IA ha democratizado la escritura, pero también ha creado un nuevo desafío: si todos usamos las mismas herramientas sin una guía clara, es fácil que todos acabemos diciendo lo mismo.
Y el posicionamiento, al final, no va de volumen. Va de percepción. Va de lo que tu público recuerda de ti cuando no estás delante.
Por eso, antes de pedirle a un modelo que escriba, conviene detenerse y preguntarse:
¿Qué parte de nosotros debe quedar siempre intacta?
Antes de automatizar, hay que decidir quién somos
He visto proyectos que han invertido mucho en automatizaciones sin haber trabajado antes su identidad. La IA no corrige esa falta de claridad, sino que la expone.
Cuando una marca tiene bien definidos su propósito, su tono y sus límites, la IA es un gran aliado. Pero cuando esa base no existe, todo se difumina.
Un ejercicio sencillo consiste en responder a una pregunta que casi nadie se hace:
¿Qué decimos nosotros que ninguna otra organización de nuestro sector puede decir?
Si cuesta responderla, lo primero no es automatizar: es pensar.
El discurso genérico: fácil de producir, imposible de recordar
Las palabras más usadas son las que menos significan. “Excelencia”, “innovación”, “pasión”, “compromiso”. La IA las adora porque le permiten construir frases limpias y seguras.
Pero el posicionamiento no se apoya en palabras exitosas, sino en palabras verdaderas.
Una buena práctica es revisar cada texto y sustituir lo abstracto por situaciones concretas, ejemplos reales o decisiones que os diferencian. No hay posicionamiento sin especificidad. Y no hay especificidad sin valentía.
La autenticidad no se improvisa
En la era de la IA, lo más humano sobresale. Una anécdota bien contada, un error reconocido, un proceso explicado desde dentro… eso sí se diferencia.
La autenticidad no significa improvisación, sino coherencia. Implica mostrar cómo trabajáis, no solo lo que ofrecéis.
Cuando una organización comparte cómo piensa, cómo decide y qué aprende, su posicionamiento se vuelve más nítido y más difícil de copiar.
La IA como compañera, no como portavoz
La IA acelera ideas, ayuda a ordenar, a pulir y a probar diferentes enfoques. Pero no debería llevar la voz principal.
Es más eficaz cuando la utilizamos como herramienta de apoyo, no como sustituto.
Mi recomendación habitual es muy sencilla: deja que la IA haga parte del camino, pero reserva la última palabra —y la primera intención— para las personas que conocen la historia, la cultura y las decisiones de la organización.
De audiencias a comunidades: el nuevo escenario
Hoy ya no competimos en un espacio masivo. Competimos en espacios pequeños, pero mucho más exigentes.
Tus lectores, clientes o usuarios reciben cada día contenido muy parecido. Para destacar, no hace falta hablar más alto, sino hablar mejor, y sobre todo hablar a quienes realmente te importan.
El posicionamiento se fortalece cuando una organización se atreve a dirigirse a comunidades concretas con un lenguaje propio, y no a todo el mundo con un lenguaje seguro.
El posicionamiento no es una campaña: es una estructura que lo sostiene todo
Uno de los errores más repetidos es pensar que el posicionamiento se resuelve con una campaña puntual o un nuevo slogan. Pero la realidad es otra. El posicionamiento vive en la web, en los emails, en la experiencia digital, en las propuestas comerciales, en la atención al usuario y en los procesos internos.
Si cada canal cuenta una historia diferente, la marca se debilita, incluso aunque los textos estén bien escritos.
La IA nos ha dado velocidad, pero no nos dará identidad. Esa sigue siendo una responsabilidad humana.
La diferencia entre una marca genérica y una marca memorable no está en la herramienta que utiliza, sino en la claridad con la que entiende quién es, qué quiere decir y por qué importa.
La tecnología puede ayudarte a amplificar tu voz. Pero solo tú puedes decidir cuál es esa voz.